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Atlético de Madrid, Betis, Courtois, Diego, Diego Costa, Gabi, Juankar, Koke, Líder liga española, Liga BBVA, N'Diaye, Simeone
José Antonio Reyes, ese jugador que pasó por el Atleti ridículo y caótico antes de la llegada del Cholo, anotaba el primer gol del Sevilla el jueves pasado. Su tiro cruzado demostraba el talento innato del español, un talento que se ha visto ajeno al esfuerzo y compromiso del mismo futbolista. Por eso está dónde está, en un equipo de media tabla. En ese Atleti desastroso fue el rey no por su elevado rendimiento, sino por ser el tuerto en la ribera de los ciegos, en la ribera del Manzanares que veía cómo los rojiblancos ponían infinitas excusas para defender resultados indignos. Luego llegaría Simeone para iniciar el éxodo del equipo a la cima y terminar con el nirvana actual. Para que los aficionados colchoneros se dieran cuenta del verdadero compromiso del Reyes y lo silben cada vez que pisa el Calderón. Ya no es jugador del Atleti, pero su gol del jueves fue el inicio de la tumba final del Betis, una tumba de la que ya no podrá salir seguramente y a la que los colchoneros hoy día echaron más tierra. El Betis comenzó perdiendo este partido el día jueves, cuando Reyes anotaba el primer gol de la remontada y posterior eliminación verdiblanca. Para que ese sueño llamado Europa League se desvaneciera y apareciera esa pesadilla llamada descenso. Que ya no es pesadilla, es realidad.
A pesar de estar a 9 puntos de la salvación, a pesar de haber sido eliminados tras desperdiciar un 0-2 a favor en la ida, a pesar de estar física y anímicamente destruidos por el resultado ocurrido solo 64 horas antes, el rival del Atleti plantó cara y la afición no dudó en corear el nombre de Nono en un signo de extrema lealtad al “villano” que erró el penal del terror en la Europa League. El Atlético de Madrid salía con su once de gala pero no con su juego de gala. Un primer tiempo bajo en intensidad, aburrido, con pocas ocasiones de gol, con más golpes y balón por los aires que jugadas bien elaboradas. Hasta que llegó esas jugadas que alimentan más la olla a presión de las suposiciones de amaños arbitrales que tanto se dicen que favorecen al Madrid y perjudican al Atleti. Esta vez no fue un penal no cobrado, una roja no sacada al rival, sino un gol mal anulado a Diego Costa. Una victoria tan cómoda al final que terminó con Koke carcajeando con el rival en cada falta que le hacían pudo haber terminado con un Koke desahuciado y pidiendo desesperado el balón a gritos. Juankar, de los mejores del Betis, lograba hacerse un espacio en esa defensa infranqueable llamada G&M (Godín y Miranda deberían patentar su marca, en ambos sentidos de la palabra) para disparar cruzado. Uno, dos, tres segundos y el momento se hacía cada vez más lento, el balón iba con destino a portería sin Courtois presente mientras que mi cuerpo sentía ese frío tan común en el gol rival. Por suerte, chocó en el poste y afuera.
La tumba del Benito Villamarín se negaba a ser enterrada pero le había entregado al Atleti una nueva vida más. Con los tres grandes del fútbol español no puedes hacer eso. El árbitro expulsaba a un jugador local y los 30mil aficionados en el estadio se tapaban la cara y suspiraban de pena y frustración. Una semana crucial había terminado siendo una llena de lágrimas y resacas amargas. Los rezos del jueves de un chaval del Betis en pleno partido de poco habían servido para cualquier resultado positivo. Desde ese momento solo hubo un equipo en la cancha. El Atleti dominaba el mediocampo y a los pocos minutos Gabi anotaba un golazo desde fuera del área. Partidazo del capitán que no se cansa de presionar, marcar y quitar para destruir cualquier tipo de juego rival. Se me vino a la memoria los goles similares que le había anotado a la Real Sociedad y al Real Madrid, que no habían servido para el triunfo porque al final los rivales terminaron marcando. Pero el temor desapareció cuando ingresaron al campo Diego y Villa. El brasileño comenzó a manejar el timón del Atleti, se mostraba, asistía, daba el pase atrás, el regate o el pase filtrado cuando era el momento preciso para demostrar que realmente es el salto de calidad que necesita el equipo. Así llegó el segundo, cabezazo de Diego y luego otro cabezazo-asistencia de Koke que encontraba a Diego Costa solo. El brasileño no perdonó para llegar a los 23 goles en Liga, cifra que pudo aumentar si hubiera decidido mejor en otra jugada que en vez de patear con la zurda decidió dar un pase complicado a Raúl García. El Betis, con el resultado en contra, se dedicó a pegar en exceso con la complicidad del árbitro, especialmente N’Diaye. El Atleti es un tren cuyos laterales, Filipe Luis y Juanfran, no se cansan de recorrer sus bandas para atacar, hacer diagonales, centrar y defender cuando el peligro acecha.
El Atleti no tuvo un partido brillante en ataque ni creación pero con una defensa sólida y con la virtud de la eficacia y de anotar en los momentos precisos se llevó el triunfo. En la tumba del Betis encontró una vida para seguir peleando por el título. Si el Atleti sigue en este rumbo de solidez, oficio y el desgaste físico no lo acapara, la liga estará más cerca que nunca. Si el Betis muestra la entrega de este partido y es apoyado por su afición como lo hizo hoy, no tardará demasiado de regresar del infierno. Hay esperanza para ambos, para ellos más lejana que para los nuestros.
Nos vemos en el Calderón
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Fotos: Infierno Rojiblanco